viernes, 6 de julio de 2007

TANGOVIA FESTIVAL



TANGOVIA FESTIVAL

Rodrigo Pareja

Cuando entre en circulación esta edición de El Nororiental, habrá terminado seguramente el Festival Internacional del Tango, así denominado por la Alcaldía de Medellín en cumplimiento de un acuerdo aprobado por el Concejo de Medellín, y organizado conjuntamente con una caja de compensación familiar.

Aunque por cantidad y calidad de los participantes en nada se pareció a aquellos festivales de épocas pasadas – sobre todo en lo que a vocalistas se refiere -- pueden hacerse algunos comentarios en torno a lo que se vió y escuchó en este evento.

Primero que todo, se volvió a la repetición de la repetidera alrededor de Carlos Gardel -- 72 años contando lo mismo -- como si aparte de este cantor el tango no tuviera salvación. Con todo lo que significa en la historia tanguera, como que fue el primero que lo interpretó y lo llevó a distintos países y continentes, Gardel sólo no es el tango, como sus “viudos” creen y han querido hacérselo creer al resto de los mortales.

Para colmo, a los organizadores les dio la ventolera de traer unos personajes que lo único que han hecho por el verdadero tango es prostituirlo, aprovecharse de él y engañar a unos neófitos que creen en semejantes esperpentos.

Por ejemplo, Daniel Melingo, un embaucador del tango, a quien presentaron como un cantor cuando no es más que un risible personaje con sus caricaturescas interpretaciones. Escuchar a este sujeto y evocar cantores como Floreal Ruiz, Carlos Dante, Edmundo Rivero, Raúl Berón, Jorge Vidal, Rodolfo Lesica, Jorge Durán, Miguel Montero, Roberto Chanel, Roberto Maida, Carlos Roldán, Alberto Arenas, Oscar Alonso, Juan Carlos Cobos, Alfredo Belussi, Héctor Palacios, Enrique Campos, Charlo y tantísimos más, es como comparar la chunchurria con el solomito.

Y lo mismo ocurrió con un conjunto encabezado dizque por un tal Malevo, honroso apelativo que en el tango inmortalizaron los mejores poetas, pero que este individuo desprestigió al encabezar una banda dizque de tango electrónico.

Escuchar – o mejor, sufrir – este esperpento, y allá en las profundidades del alma recordar las orquestas de Aníbal Troilo, Miguel Caló, Ricardo Tanturi, Carlos Di Sarli, Juan D’ Arienzo, Alfredo de Angelis, Francisco Canaro, Fulvio Salamanca, Alfredo Gobbi, Osvaldo Pugliese, Osvaldo Fresedo, Alfredo Ataddía, Angel de Agostino, Héctor Varela, Pedro Laurenz, José Basso, Francisco Rotundo y muchísimos más, se presta de nuevo para comparar la aguamasa con el wisky.

Está bien que traigan estos “artistas” del tango para descrestar a unos cuantos incautos y a aquellos que recién llegaron a la estación del tren y se treparon en el último vagón. Está bien que importen semejantes bodrios para que algunos puedan llenarse los bolsillos.

Pero que a nosotros los tangueros de siempre, a los que recorrimos la 45 en su mejor época; a los que mamamos tango en el Cachafaz, el Verde Mar y el Machete, en Gerona; a los del Torrente, el Barcelona y el Copa de Oro, en La Toma; a los del inolvidable Carraca, en Villa Hermosa; a los del Hansen y La Luneta; a los del San Jorge y el Nueve de Julio, a los del Rey del Tango, el Armenonville y La Gayola, a los del San Diego, en Niquitao, nos vengan con semejantes boludeces,
da risa y rabia a la vez.


Se supone, y eso pensaron las autoridades y concejales que de buena fe aprobaron la realización de este festival internacional del tango, que de él algo quedaría para beneficio de los siempre fieles tangueros o de aquellos que apenas están iniciándose en su apasionante mundo. Pero si alguno que recién llega a esta música inmortal, se encuentra con el tal Melingo y con Malevo y su tango electrónico, lo mejor que puede hacer es huir despavorido y entregarse al reggeton o al vallenato.

Se salvan de este certamen Jorge Dragone y su conjunto; Los Reyes del Tango, músicos que tocan al estilo D’Arienzo y la Orquesta Sans Souci, que interpreta al estilo de Miguel Caló, lo mismo que los tres vocalistas importantes que vinieron: Hugo Marcel, Roberto Ayala y Abel Córdoba, éste último para mi gusto, el más regular de los que desfilaron por la orquesta de Osvaldo Pugliese. Pero al menos no se parecen en nada al tal Melingo.

Y del espectáculo bailable es mejor no hablar, pues se trató más de una exhibición de maromas y acrobacias, que en nada incita a las gentes comunes y corrientes a interesarse por bailar tango, pues si para hacerlo hay que “parar las patas y mostrarlo todo”, es mejor seguir dedicándose al bolero.

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